sábado, 21 de febrero de 2009

PREHISTORIA

Documentación histórica sobre la alimentación


LA PREHISTORIA


En el cuerpo humano hay dos sistemas que compiten por los recursos energéticos. Uno es el sistema nervioso central, el cerebro, y el otro es el tubo digestivo. Ambos son grandes consumidores de calorías, hay una teoría que sostiene que la expansión del cerebro se hizo a costa de la reducción del aparato digestivo, para ello fue necesario que las fibras vegetales dieran paso a las grasas vegetales y a la carne, así que la historia de la evolución humana se podría contar como un debate entre la cabeza y el estómago.




Gracias al consumo de productos de origen animal el tubo digestivo se acortó y si un mutante de tubo digestivo corto experimenta cierta expansión cerebral, el metabolismo corporal no se desequilibra, ya que lo que gastaba en sesos lo ahorraba en tripas, y el resultado pudo ser un homínido que pudo tener un cerebro más grande que cualquier mamífero de su tamaño.



Los huesos de los animales conservan durante mucho tiempo el tuétano y se convierten así en una especie de latas de conserva de grasas, que permanecen a disposición de quien tenga un abrelatas para acceder a su interior repleto de calorías.



Rasgos destacables:


La evolución humana


-En comparación con el hombre actual (Homo sapiens sapiens), el hombre de Nean derthal presentaba un aspecto achaparrado, un esqueleto de menor tamaño y miembros cortos. Disponía de una mandíbula muy desarrollada: al no comer carne cocida, sus incisivos y caninos potentes desempeñaban una función importante como tenazas y cuchillos. La disminución de la fortaleza de la mandíbula conllevó el erguimiento de la cabeza, el desarrollo de la caja craneal y, más adelante, la del cerebro.





El reno constituía el elemento básico de la carne consumida por los cazadores del Paleolítico. Los hombres vivían entonces de la caza y de la recolección (lentejas, arándanos, frambuesas), y tenían que desplazarse siguiendo las migraciones estacionales de los animales. Para la caza utilizaban azagayas de asta de reno y sílex a modo de arma arrojadiza (se lanzaba hacia la víctima) o como arma de acercamiento (se atacaba al animal con el arma en la mano).









El hombre del Paleolítico era cazador y recolector. Su alimentación estaba formada por carne cruda, frutas y raíces. La domesticación del fuego, que se produjo hacia el año 500.000 a. J.C., constituyó un primer cambio: los alimentos, en especial la carne, se podían consumir cocidos. A finales del Paleolítico, la vida del hombre dependía de la caza. La revolución del Neolítico (hacia 8000 a. J.C.) supuso una etapa fundamental. El hombre se convirtió en agricultor: empezó a cultivar la tierra (cereales) y a criar animales domésticos. Su alimentación se volvió más variada, más rica y más regular. Ese invento fue acompañado de la sedentarización de la población y de la aparición de la cerámica (hacia 6000 a. J.C.). Asimismo, el hombre dejó de depender de las manadas salvajes y pudo alimentar a una población mayor.



El almacén-taller



Este almacén-taller fue construido por el faraón Ajnatón (1372-1354 a. J.C.) en Karnak, Egipto. Estas inmensas construcciones de almacenaje dependían de los templos, que poseían los terrenos agrícolas. Los campesinos egipcios debían aportar una parte de las cosechas. Los escribas al servicio de los sacerdotes supervisaban la entrega de granos y otros productos. Al fondo (a la derecha), una serie de pequeños talleres aseguran una producción artesanal diversificada. Al lado se distinguen, de abajo arriba, carpinteros, cerveceros, panaderos, carniceros y, por último, alfareros.














Desde nuestros antepasados hasta nuestros días la alimentación ha sido parte fundamental para nuestro desarrollo, tanto físico como intelectual.











































































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